EL DESEO PROFUNDO Y DOLOROSO DEL CONTACTO FÍSICO
Millones de personas se están viendo privadas del más mínimo contacto físico durante el confinamiento como consecuencia de la pandemia provocada por el coronavirus. Largos meses aislados, sin ser tocados por otras personas, sin tener contacto alguno con otro ser humano, esto no puede ser un problema para los huraños pero puede afectar a aquellos que tienen grandes necesidades empáticas y la necesidad emocional del toque humano.
Aprendiendo a tocar
El tacto se considera el primer sentido que adquirimos, el más elemental. Es por eso, que cuando un bebé nace se recomienda recostarlo sobre el pecho y el abdomen de su madre, para que experimente el tacto como su primera muestra de afecto.
El deseo casi universal de envolver a los bebés pequeños en abrazos es un ejemplo de cómo todos anhelamos estar cerca de los demás.
De hecho, algunos centros de atención geriátrica han comenzado programas en los que se brindan abrazos regularmente para asegurarse de que el hambre de la piel quede satisfecha.
Privar para castigar
El hambre de la piel es también la razón por la cual los presos en confinamiento solitario a menudo reportan ansias de contacto humano tan ferozmente como desean su libertad. El tacto es un sentido clave para la vida humana y su carencia debilita el sistema inmunológico, además de influir en el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de hormonas del estrés y el amor.
Así el tacto es el primer sentido que comunica, el más primitivo y también el más elemental.
La yema del dedo de un adulto tiene unos 100 receptores táctiles y en dos metros cuadrados de piel se acumulan cinco millones de estas terminaciones nerviosas, que sirven para interactuar con el entorno y aprenderlo. En el área del cerebro que procesa la información táctil (en sí una de las más grandes) los labios, los índices y los pulgares requieren un espacio importante.
Las voces expertas acerca del contacto
El hambre de piel es el término de uso común para lo que en la ciencia se conoce como privación del afecto, que está asociado a una serie de daños psicológicos e incluso físicos para la salud.
Kory Floyd
Así lo relaciona Kory Floyd, profesor de comunicación en la Universidad de Arizona especializado en los vínculos entre el afecto táctil y el estrés, la depresión, la soledad y la ansiedad.
“La gente que vive sola es más susceptible, y ahora sería razonable argumentar que casi todos somos más susceptibles que lo normal a la falta de tacto y otras formas de conducta afectiva”
Los humanos somos seres inherentemente sociales, nuestro cerebro y sistema nervioso están diseñados para hacer del tacto una experiencia agradable, por lo que sin contacto, nos deterioramos física y emocionalmente.
Alberto Gallace
Alberto Gallace, neurocientífico de la Universidad de Milano-Bicocca habla al respecto, a lo cual se refiere:
“La naturaleza diseñó esta modalidad sensorial para aumentar nuestros sentimientos de bienestar en entornos sociales, necesitamos estar juntos para optimizar nuestras posibilidades de supervivencia. Cuando estamos en peligro o tenemos ansiedad, ser tocado es una forma de ayuda. La falta de contacto aumenta el estrés de las situaciones”
Tiffany Field
Para Tiffany Field, investigadora del Instituto para la Investigación del Tacto (TRI) en la Universidad de Miami, el tacto tiene una función instrumental en la respuesta inmunológica del organismo, porque reduce los niveles de cortisol, que elimina las células de la defensa, un tipo de glóbulos blancos que ataca a los virus.
El tacto, al reducir el cortisol, ha mostrado mejoras inmunológicas en pacientes con VIH y cáncer.
Tocarnos es saludable
Por las razones expuestas, aquellos que pasan cuarentena solos experimentan un particular agobio, como para los niños que crecen sin caricias (tienen peor salud física y mental que los demás).
El tacto es humano y, en realidad, es una característica de muchos otros mamíferos, es decir, todos los primates humanos estamos programados para el tacto, nos guste o no.
Nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso está diseñado para hacer que el tacto sea una experiencia placentera.
La naturaleza creó esta modalidad sensorial para aumentar nuestros sentimientos de bienestar en ambientes sociales. Es algo que sólo está presente en los animales sociales que necesitan juntarse para optimizar sus posibilidades de sobrevivir.
La soledad y el aislamiento nos mata
Si bien antes del aislamiento generado por el COVID-19 muchas naciones desarrolladas tenían normas que limitaban el contacto físico en escuela e instituciones públicas, por razones de cuidado.
Desde la masificación del celular es común interactuar con la pantalla más que con los desconocidos en el autobús, en este sentido, es evidente que la privación del tacto es un trauma fuerte para las personas acostumbradas al contacto físico que hoy están separadas, como las nuevas relaciones románticas, o la gente que se encuentra hospitalizada.
El malestar por la falta de caricias u otra forma de contacto es, en realidad, una señal fisiológica. El cerebro nos alerta si le hace falta algo, no indica que tenemos que actuar; un ejemplo obvio es el hambre, cuando hace falta comer, el cerebro envía señales.
Con la pandemia, además de los temores de la enfermedad en sí y la incertidumbre sobre el futuro, el cerebro necesita también un abrazo.
Por las distintas formas de distanciamiento social todas las personas son más susceptibles de lo normal a la falta de tacto. Cuando tomamos la mano de una persona, cualquiera que sea, disminuye la actividad de las regiones cerebrales que reaccionan ante el miedo, un apretón de manos relaja el cuerpo, por la intervención de la oxitocina; ahora, si sostenemos la mano de un ser querido nos sentiremos más protegidos frente al peligro y notaremos un alivio inmediato.
Los marinos durante las tormentas tienden a tomarse de las manos y a cantar en grupos para asimilar el pánico y aliviarse.
La tecnología no reemplaza la caricia
Aunque las plataformas de comunicación han tenido un papel sustitutivo del contacto durante la pandemia, no logran cubrir esa ausencia por completo.
Podemos mantener nuestras relaciones sociales mediante la tecnología, pero aunque sea muy avanzada en términos de procesamiento de imágenes y sonido, carece del sentido del tacto.
Básicamente no existen actualmente sistemas que nos permitan interactuar empleando el tacto. Todavía la tecnología háptica no es lo suficientemente avanzada como para reproducir el vigor y la sutileza de un apretón de manos.
En algún punto la prolongación de la crisis sanitaria podría aumentar la tendencia a la sociedad sin contacto. Luego de tanto tiempo
¿Realmente volveremos a las cosas tal como eran antes?
Es probable que el coronavirus pudiera hacer de la falta de contacto físico un problema de largo plazo; pues cuando todo esto haya terminado mucha gente va a seguir manteniendo la distancia social.
¿Cómo saciar el hambre de la piel?
Los expertos han aconsejado estimular las zonas del brazo, el hombro y el cuello, así mismo hacer mucho ejercicio.
Simplemente caminar en una habitación estimula los receptores de presión en los pies, masajear el cuero cabelludo o ponerse humectante en la cara también son otras formas de mover la piel. De esta forma, ante esta necesidad de abrazar y ser abrazado, de tocar y ser tocado, existen varias estrategias para reducir el hambre de la piel para aquellos que están pasando el confinamiento en absoluta soledad.
Tiffany Field explica en su entrevista que ejercicios como yoga o caminar mueven nuestra piel y producen roces que activarían el circuito antes mencionado. Por su parte, también aconsejan tener mascotas para mitigar el hambre cutánea, ya que, señala Field:
«el masajeador se beneficia tanto del masaje como el masajeado, Cuando acaricias a un perro, también mueves tu propia piel y experimentas una estimulación de presión».
No olvidemos el contacto y no subestimemos su falta porque por más duros que seamos, todos necesitamos de vez en cuando un abrazo.
Autoría: Erika León Fuentes
Revisión: Sobran Las Presentaciones
Edición: Andrés Correa
Sobran Las Presentaciones se encarga de compartir contenido para el aprovechamiento del tiempo libre.
PÁGINAS CONSULTADAS.
• Revista de ciencia americana, el hambre de piel el fenómeno neurológico que explica por qué la falta de contacto físico en la pandemia de coronavirus también daña la salud, 2020.
2 Comentarios
Es difícil es estos momentos obviar la necesidad de compartir con los demás. El ser humano es un ser social por naturaleza y por ellos requiere de la sociedad para desarrollarse.
ResponderBorrarLas relaciones humanas requieren del impulso afectivo, necesitamos vernos, oirnos, tocarnos, sin estimulación, sin acción y respuesta, es como si estuvieramos tratando con un robot.
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